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Jóvenes cubanos dominan el arte de la improvisación económica

Por Julia Rainer

TRINIDAD, Cuba (IDN) – Trinidad, una de las ciudades más populares de Cuba, es un lugar donde el tiempo parece haberse detenido. Al menos eso es lo que se hace creer a los miles de turistas que vienen cada año desde todo el mundo.

Las catedrales coloniales y majestuosas casas han estado custodiando la ciudad por cientos de años y están bellamente restauradas como si el tiempo nunca hubiera pasado. De hecho, la pintoresca ciudad -junto con las maravillosas plantaciones de caña de azúcar que la rodean- fue declarada Patrimonio Cultural de la Humanidad por la UNESCO en 1988.

Parte del encanto único de Trinidad, es que no debe cambiar nada, un concepto que puede ser transferido a la estrategia turística de Cuba en su conjunto.

En los últimos años ha habido una enorme tendencia a viajar a la isla nación en medio del Caribe, precisamente porque las décadas de aislamiento y el sistema económico socialista liderado por Fidel Castro, han dejado al país en un estado casi de “cápsula del tiempo”.

Las bajas tasas de criminalidad y las condiciones políticas estables -o consagradas-, en comparación con otros países centroamericanos han contribuido al atractivo de Cuba como destino turístico para visitar.

Tras la relajación de las restricciones impuestas por Estados Unidos a Cuba y con turistas estadounidenses empezando a frecuentar cada vez más la isla, la antigua Cuba “externa” se ha elevado a nuevas alturas, ganando gran parte de su ingreso nacional a través del turismo.

2016 fue el primer año en que más de cuatro millones de turistas viajaron a la isla. Este año ha habido un 45 por ciento más de visitantes de Norteamérica, un 33 por ciento más de Europa y un 16 por ciento más de Latinoamérica.

Sin embargo, Cuba se encuentra con un dilema: los turistas están inundando la nación para ver que nada ha cambiado durante cientos de años, pero para hacer frente a estos acontecimientos el gobierno necesita permitir que la innovación, el cambio y el progreso sean parte del proceso.

Además, no es posible preservar plenamente un sistema económico socialista y permitir que millones de personas de países capitalistas entren al Estado.

Cuba se está despertando de su aislamiento, como la Bella Durmiente, atrapada en un sistema mixto con influencias socialistas y capitalistas.

Frente a los turistas que constantemente muestran sus iPhones y otros nuevos aparatos técnicos en la cara, los cubanos están empezando a llamar al cambio, y son los jóvenes de la isla los que están a la vanguardia del movimiento.

Hace apenas unas décadas, muchos cubanos veían pocas o ninguna posibilidad de tener éxito dentro del país. Ahora, muchos de los jóvenes están impacientes por ver hacia dónde puede llevar el progreso recién llegado a su país.

Lyhán Arango Alfonso, Carlos Alberto Alonso Duffay (conocido como Carlitos), Laura Vaillant y Yilién Moje son cuatro jóvenes empresarios residentes en Trinidad que han tomado el toro por las astas.

Recientemente abrieron una cafetería/bar en el centro de la ciudad, que es exactamente lo opuesto a lo que muchos turistas esperan ver en un ambiente tradicional cubano. No es el sonido de la salsa y el reggaetón, sino de la electro-música europea y americana, lo que atrae a los lugareños y turistas que frecuentan el bar.

En ell lugar, un verdadero punto de atracción, parece que uno se hubiera tropezado con una de las calles de moda de Berlín o con uno de los barrios boho-chic de Nueva York. Las sillas cuelgan del techo y las obras de arte únicas, hechas por la copropietaria Laura, no se encuentran en ninguna de las tiendas turísticas cliché de la ciudad.

El único indicio de su origen cubano es un libro con los diarios del revolucionario Che Guevara, colocado controvertidamente en una revista nupcial sobre una de las mesas.  

Hace algunos años, la apertura de un establecimiento como éste habría sido imposible, debido a las estrictas regulaciones gubernamentales sobre la actividad económica. La experiencia de poseer un negocio es, por lo tanto, relativamente nueva para muchos cubanos.

En un país donde la educación y el acceso a la universidad son gratuitos y están bien establecidos, pero donde -después de años de estudios- un abogado gana entre 20 y 25 dólares al mes, muchos están tratando de explorar esta nueva libertad económica.

Como el grupo de amigos de Trinidad, que transformaron la sala de estar de la casa familiar de Carlitos en uno de los bares más impresionantes de la centenaria ciudad en sólo 15 días.

Lyhán y Carlitos, que se conocieron en la universidad, fueron los fundadores del proyecto. Un día fui a la casa de Carlitos y le dije: “Oye, tienes un buen lugar para hacer un bar, ¿no?” “OK, hagámoslo”, contestó.

“Y acabamos de empezar. No teníamos nada para hacer un bar. No teníamos dinero, no teníamos música, sólo empezamos a hacerlo con lo que pudimos encontrar”, recuerda Lyhán con orgullo. La madre de Carlitos inmediatamente apoyó su idea, ofreciendo una gran parte de su casa a los dos jóvenes varones de veintitantos años.

Lo que puede no parecer una gran cosa en los países capitalistas significa mucho en un lugar donde una de las únicas posibilidades de ingresos y libre participación en el sistema económico es el sector turístico.

Es por eso que hay miles de cubanos compartiendo sus casas con turistas en la llamada “casa particular”, más o menos el Airbnb de Cuba.

Con Carlitos cuidando de la ubicación y su abuela ofreciendo mesas y algo de la decoración, Laura, una estudiante de la escuela de arte local, colaboró con su trabajo de decoración y dinero para la puesta en marcha, provenía de Lyhán que trabajaba de noche como músico en los muchos restaurantes de la ciudad. Yilién, una muchacha local que habla francés -que es un verdadero activo en la ciudad altamente turística- fue la última en unirse al grupo, y los “cuatro fantásticos”, como se llaman a sí mismos, estaban completos.

No había un plan de negocios, no había capital inicial real, no había seguridad, sólo un sueño de construir un lugar completamente diferente a cualquier otra cosa que se pudiera encontrar en Trinidad. Un día incluso esperan transformar el bar en un centro cultural local, donde los aspirantes a artistas y músicos de la ciudad podrán actuar.

Con el fin de poner en marcha su proyecto, podrían haber tomado dinero del Estado, que estaba apoyando a los nuevos empresarios, pero como no sabían si su plan podía tener éxito, no se atrevieron a arriesgarse y decidieron confiar sólo en ellos mismos.

Y hasta ahora ha funcionado. Celebraron su primer día de trabajo el 25 de noviembre de 2016, un día memorable en todos los sentidos, como recuerda Lyhán. “Estábamos empezando la fiesta de inauguración, cuando de repente hubo mucha conmoción. Por casualidad habíamos abierto nuestro bar el mismo día en que Fidel Castro murió”.

Los cuatro jóvenes empresarios siguen enfrentándose a retos constantes, como la burocracia del país, difícil de manejar. Por ejemplo, el gobierno actualmente no emite permisos para bares, por lo que el grupo tuvo que recurrir a un permiso de restaurante, lo que resulta en tener que pagar impuestos mucho más altos.

A veces, un funcionario del gobierno encubierto visita el bar para comprobar cuántos clientes están siendo atendidos y ajustar el impuesto a pagar, que puede ser relativamente alto, aunque el bar sólo podría haber tenido sólo un día muy lucrativo.

A pesar de todos los obstáculos, el negocio va bien. Tal vez el secreto del éxito es que los amigos han recurrido a una estrategia que la mayoría de los cubanos han seguido con éxito durante décadas: improvisar y sacar lo mejor de cualquier situación.

De hecho, incluso la improvisación era necesaria cuando se trataba del cartel para el bar del grupo, que se conoce como ‘El Mago’.

Debido al hecho de que la ciudad es un patrimonio cultural de la humanidad, no está permitido por ley poner nuevas señales en las murallas coloniales.

Así que, como siempre, se encontró una forma creativa de afrontar este reto. Cada día, en su camino para abrir el bar, Carlitos lleva una maleta con el nombre del establecimiento pintado en ella, que luego cuelga cuidadosamente sobre la puerta.

Parece irónico que se trate de una maleta -símbolo de muchas personas que han dejado el país a lo largo de décadas para encontrar su futuro en otro lugar- que podría estar determinando el futuro de cuatro jóvenes empresarios. [IDN-InDepthNews – 15 de octubre de 2017]

Crédito: Julia Rainer | IDN-INPS

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