Por Santo D. Banerjee
NUEVA YORK (IDN) – En el período previo a 2020, las Naciones Unidas han advertido que, a pesar de los notables avances logrados en el establecimiento de una base sólida para el desarrollo humano, Tailandia, al igual que muchos otros países, tiene dificultades para hacer frente a la desigualdad. Este también es un tema en el que se centra el Informe sobre Desarrollo Humano 2019 (IDH) del Programa de las Naciones Unidas para el Desarrollo (PNUD).
El informe, titulado Más allá del ingreso, más allá de los promedios, más allá del presente: Desigualdades del desarrollo humano en el siglo XXI, advierte que está surgiendo una nueva generación de desigualdades en torno a la educación, la tecnología y el cambio climático, dos transformaciones de gran impacto que, si no se controlan, podrían desencadenar una “nueva gran divergencia” en la sociedad, algo que no se había visto desde la Revolución Industrial.
Sin embargo, según el Administrador del PNUD, Achim Steiner, “la desigualdad no está más allá de las soluciones”.
Tailandia tiene un Índice de Desarrollo Humano (IDH) de 0,765 en 2018, lo que ubica al país en la categoría de desarrollo humano alto, señala el informe. Al ocupar el puesto 77 en la clasificación mundial (de 189 países), Tailandia es el país en desarrollo que más ha progresado en el mundo en su clasificación del IDH durante el período 2013 al 2018, con un aumento de 12 puestos. Esto, según el informe, refleja la continua mejora del país en cuanto a la esperanza de vida al nacer, los años de escolaridad y el ingreso per cápita.
Sin embargo, si se descarta la desigualdad, el IDH de Tailandia se reduce en un 16,9 % hasta llegar a 0,635. Si no se aborda, advierte el informe, sólo será más difícil corregir la creciente trayectoria de desigualdad que se ve reforzada por el cambio climático y las alteraciones tecnológicas que tienden a golpear con mayor dureza y más pronto a la población más pobre. “Esto exige una acción urgente”.
El informe analiza la desigualdad en tres etapas: más allá del ingreso, más allá de los promedios y más allá del presente. Pero el problema de la desigualdad no está más allá de las soluciones por lo que el informe ofrece una gama de opciones de política para abordarlo.
El Índice de Desarrollo Humano de 2019 (IDH) y su índice hermano, el Índice de Desarrollo Humano Ajustado por la Desigualdad de 2019, establecen que la distribución desigual de la educación, la salud y los niveles de vida obstaculiza el progreso de los países. Según estos indicativos, en el 2018 se perdió el 20 % del progreso alcanzado en materia de desarrollo humano en todo el mundo debido a las desigualdades. El informe recomienda políticas que tengan en cuenta el ingreso, pero que también vayan más allá de éstos e incluyen:
La inversión en la primera infancia y a lo largo de toda la vida: la desigualdad comienza incluso antes del nacimiento y puede aumentar hasta la edad adulta a causa de las diferencias en materia de salud y educación. Por ejemplo, los niños de familias profesionales en los Estados Unidos están expuestos a tres veces más palabras que los niños de familias que reciben ayuda social, lo cual tendrá un efecto multiplicador en los resultados de pruebas más adelante en la vida. Por lo tanto, las políticas para abordar la desigualdad también deben comenzar en el momento del nacimiento o antes de él, incluyendo la inversión en el aprendizaje, la salud y la nutrición desde la primera infancia.
La productividad: estas inversiones deben continuar durante toda la vida de las personas, cuando éstas estén ganando dinero en el mercado laboral y posteriormente. Los países con una fuerza laboral más productiva tienden a tener una menor concentración de la riqueza en la cima, por ejemplo, gracias a las políticas que apoyan el fortalecimiento de los sindicatos, establecen el salario mínimo adecuado, crean un camino desde la economía informal a la formal, invierten en protección social y en atraer a las mujeres al lugar de trabajo. Sin embargo, las políticas para mejorar la productividad por sí solas no son suficientes. El creciente poder de mercado de los empleadores está vinculado a la disminución de la participación de los trabajadores en los ingresos. Las políticas antimonopolio y de otro tipo son fundamentales para corregir los desequilibrios del poder de mercado.
Gasto público y política fiscal justa: el informe sostiene que los impuestos no pueden considerarse por sí solos, sino que deben formar parte de un sistema de políticas, incluyendo el gasto público en salud, educación y en alternativas a un estilo de vida con uso intensivo de carbono. Cada vez más, las políticas nacionales se enmarcan en los debates mundiales sobre el impuesto hacia las empresas, lo que pone de relieve la importancia de nuevos principios para la imposición fiscal internacional, con el fin de ayudar a garantizar el juego limpio, evitar una carrera hacia el abismo en las tasas de impuestos sobre las empresas, especialmente porque la digitalización aporta nuevas formas de valor a la economía, y detectar y disuadir la evasión fiscal.
Los promedios suelen ocultar lo que realmente está sucediendo en la sociedad y aunque pueden ser útiles para contar una historia más amplia, se necesita de una información mucho más detallada para crear políticas que enfrenten la desigualdad de manera eficaz. Esto es válido para abordar las múltiples dimensiones de la pobreza, para satisfacer las necesidades de los más rezagados, como las personas con discapacidad, y para promover la igualdad de género y el empoderamiento. Como por ejemplo:
La igualdad de género: sobre la base de las tendencias actuales, el informe cita que se necesitarán 202 años para cerrar la brecha de género solamente en materia de oportunidades económicas. Si bien se está rompiendo el silencio sobre el abuso, no se está rompiendo el techo de cristal para que las mujeres progresen. Por el contrario, es una historia de prejuicios y reacciones. Por ejemplo, en el mismo momento en que se pretende acelerar el progreso para alcanzar los Objetivos de Desarrollo Sostenible (SDG, por sus siglas en inglés) para 2030, el informe del 2019 indica que, el progreso del Índice de Desigualdad de Género se está desacelerando.
En el informe, un nuevo “índice de normas sociales” dice que en la mitad de los países evaluados, el sesgo de género ha aumentado en los últimos años. Alrededor del cincuenta por ciento de las personas de 77 países dijeron que pensaban que los hombres eran mejores líderes políticos que las mujeres, mientras que más del 40 por ciento consideraba que los hombres eran mejores ejecutivos de negocios.
En Tailandia, la desigualdad de género sigue prevaleciendo. Después de la desagregación por género, el IDH femenino es de 0,763 en comparación con el IDH masculino de 0,766. Esto se debe a los menores años de escolaridad y a los menores ingresos de las mujeres. Además, las mujeres sólo representan el 5,3 % del parlamento tailandés, muy por debajo de la media del 20,3 % de Asia Oriental y el Pacífico.
Por lo tanto, son fundamentales las políticas que abordan los prejuicios subyacentes, las normas sociales y las estructuras de poder. Por ejemplo, según el informe, las políticas destinadas a equilibrar la distribución de la asistencia sanitaria, en particular para los niños y niñas, son fundamentales, dado que gran parte de la diferencia de ingresos entre hombres y mujeres a lo largo de su ciclo vital se genera antes de los 40 años.
Mirando más allá del presente, el informe plantea cómo puede cambiar la desigualdad en el futuro, considerando particularmente dos transformaciones de gran impacto que darán forma a la vida hasta el siglo XXII:
La crisis climática: como lo demuestran una serie de protestas globales, las políticas cruciales para enfrentar la crisis climática, como ponerle un precio al carbono, pueden ser mal manejadas, aumentando las desigualdades percibidas y reales para los menos adinerados, que gastan más de sus ingresos en bienes y servicios intensivos en energía que sus vecinos más ricos. Si los ingresos procedentes del precio del carbono se “reciclan” para beneficiar a los contribuyentes como parte de un paquete de políticas sociales más amplio, entonces dichas políticas podrían reducir en lugar de aumentar la desigualdad.
Transformación tecnológica: la tecnología, incluso en forma de energías renovables y eficiencia energética, finanzas y soluciones de salud digitales, ofrece un vistazo de cómo el futuro de la desigualdad puede romperse con el pasado, si las oportunidades pueden ser aprovechadas rápidamente y compartidas ampliamente. Existen precedentes históricos de revoluciones tecnológicas que han esculpido profundas y persistentes desigualdades: la Revolución Industrial no sólo abrió la gran divergencia entre los países industrializados y los que dependían de los productos básicos, sino que también puso en marcha vías de producción que culminaron en la crisis climática.
El cambio que se avecina va más allá del clima, dice el informe, pero una “nueva gran divergencia”, impulsada por la inteligencia artificial y las tecnologías digitales, no es inevitable. El Informe recomienda políticas de protección social que deberían, por ejemplo, garantizar una compensación justa por el “trabajo en grupo”, la inversión en capacitación permanente para ayudar a los trabajadores a adaptarse o cambiar a nuevas ocupaciones, y el consenso internacional sobre cómo gravar las actividades digitales, todo ello como parte de la construcción de una nueva economía digital segura y estable como fuerza de convergencia, no de divergencia, en el desarrollo humano.
Lea el informe completo en http://www.hdr.undp.org/ [IDN-InDepthNews – 27 de diciembre de 2019]
Imagen: Portada del Informe sobre Desarrollo Humano 2019.