La historia de Ahmad* y su viaje hacia la libertad
Por Raza Syed
London Post – En el corazón de Londres, un hombre de 35 años tranquilamente está sentado en una habitación pequeña y poco iluminada, sus ojos reflejan el peso de los recuerdos de un hogar que se vio obligado a abandonar. Se llama Ahmad, y su viaje desde Afganistán hasta el Reino Unido es un viaje de supervivencia, pérdida y una esperanza inquebrantable de reunirse con su familia.
Ahmad escapó de Afganistán en 2021, dos semanas antes de que los talibanes se hicieran con el control. “Estaba aterrorizado”, recuerda. “Cuando llegaron, me hubieran matado”. ¿Su delito? Trabajar para una organización de desarrollo y educación que publicaba libros escolares para niños afganos. Los talibanes le acusaron de promover la democracia, calificando los libros de conspiración occidental. Cuando le enviaron una carta de advertencia, supo que su vida corría un peligro inminente.
“Ni siquiera podía ir a mi pueblo”, dice. “Allí me habrían matado”. Su mujer, temiendo por su vida, tomó la dolorosa decisión. “Al menos seguirás vivo”, le dijo, instándole a huir. La partida de Ahmad fue agridulce: dejó atrás a su mujer y a sus dos hijos, incluida una niña recién nacida a la que nunca conoció.
El viaje al Reino Unido fue arriesgado. “Fue peligroso al cien por ciento”, afirma Ahmad. Viajando por rutas traicioneras, a menudo pasaba días sin comer, sobreviviendo a base de hojas de árboles. Los contrabandistas dictaban todos sus movimientos. “Estábamos bajo su control. Nos hacían daño, nos insultaban, nos trataban como si no fuéramos humanos”. Por el camino vio a familias desesperadas por reunirse, que se enfrentaban a horrores: mujeres y niños pequeños eran víctimas de brutalidades, y los que eran capturados por los guardias fronterizos arriesgaban la vida.
Tras meses de angustioso viaje, Ahmad llegó por fin al Reino Unido cruzando el Canal de la Mancha en un barco abarrotado. “Era para ocho personas. Nosotros éramos más de treinta”, dice con la voz entrecortada. “Quiero dar las gracias a las fuerzas británicas que nos salvaron. Si no lo hubieran hecho, hoy no estaría aquí”.
El mismo día que llegó al Reino Unido, su mujer dio a luz por cesárea de urgencia. “Llamé a casa, pero estaba demasiado débil para hablar”. La separación ha sido angustiosa. Su hija mayor no entiende por qué su padre se ha ido. “Siempre pregunta: ¿Dónde estás? Vuelve a casa”.
Ahmad solicitó asilo a su llegada y fue llevado a un centro de detención, donde recibió cinco libras y un teléfono para ponerse en contacto con su familia. La vida en el Reino Unido fue dura. Se movía entre hoteles y alojamientos compartidos, apenas tenía para comer, por no hablar de cualquier otra cosa. “Quería trabajar para mantenerme y aliviar la carga del gobierno, pero sin permiso de trabajo me sentía atrapado”, comenta.
Dos años después de su llegada, Ahmad obtuvo el estatuto de refugiado. “Estaba en un centro comercial cuando recibí la llamada. Me cambió la vida”, recuerda. Sin embargo, la euforia duró poco. A los 14 días se vio obligado a abandonar la vivienda pública y durmió dos noches en un comedor antes de que un amable amigo lo acogiera. “A veces, cuando tiene invitados, duermo en el coche”, admite Ahmad.
A pesar de las dificultades, Ahmad mantiene la esperanza. Ahora tiene trabajo y sueña con labrarse un futuro. Pero su mayor deseo sigue sin cumplirse: poner a salvo a su mujer y a sus hijas. El proceso legal es dolorosamente lento. Tardó seis meses en conseguir pasaportes afganos para sus hijas, y su esposa soporta el estrés diario de las autoridades que cuestionan su ausencia. “Han pasado tres años. Un marido y su mujer no pueden sobrevivir el uno sin el otro”, afirma.
La esposa y los hijos de Ahmad permanecen en Afganistán, viviendo bajo el régimen talibán. Su mujer no puede salir sola de casa, ni siquiera para comprar leche para sus hijos. El estrés le está pasando factura. “Mi mujer tiene que pedir ayuda a los demás hasta para las tareas más pequeñas. Es insoportable”, dice.
A pesar de todo, Ahmad sigue resistiendo. Sueña con contribuir al Reino Unido, demostrando que los refugiados no buscan limosnas sino oportunidades. “La gente cree que venimos aquí por la ayuda”, dice. “Pero nadie abandona su hogar a menos que no tenga otra opción”.
Reclama una vía legal para los refugiados, no sólo por su bien, sino por la seguridad del Reino Unido. “Si hubiera una vía segura y legal, la gente no arriesgaría su vida. El Reino Unido podría comprobar quién viene. La mayoría son mujeres y niños, vulnerables y en peligro”, explica.
La historia de Ahmad es un testimonio de la fuerza del espíritu humano. Sueña con un futuro en el que su familia pueda reunirse con él y él pueda contribuir positivamente a la sociedad británica. “Algún día espero hacer algo bueno por este país. Y un día, espero volver a abrazar a mis hijos”, dice.
Su mensaje es de esperanza y comprensión. “Quiero que el mundo esté con Afganistán y con todos los que están en peligro. No debería haber diferencias entre los refugiados y el trato que reciben las personas de distintos países. Quiero igualdad para todos, ya sean de Ucrania, Afganistán o cualquier otro lugar. Deberían tener los mismos derechos”.
Mientras me preparaba para irme, la pena de estar separado de su hogar y de su familia era evidente en sus ojos. Recé en silencio por un mundo en el que prevalezca la paz, para que nadie se vea nunca obligado a separarse de sus seres queridos debido a la opresión, la injusticia o la necesidad de seguridad.
Nota: El nombre «Ahmad» y el lugar mencionado en este artículo son ficticios para proteger vidas humanas.
Este artículo ha sido elaborado por London Post, en colaboración con INPS Japan y Soka Gakkai International, con estatus consultivo ante el ECOSOC de la ONU.INPS Japan