Punto de vista de Midori Kurahashi
El autor es profesor asociado de proyectos de la Graduate School of Agricultural and Life Sciences, Universidad de Tokio, Japón.
TOKIO (IDN) – los incendios mundiales y el calor anormal experimentado el verano pasado están todavía frescos en nuestra memoria. Mucha gente por todo el mundo tuvo la sensación de que estábamos en medio de algún tipo de cambio inquietante. A pesar de eso, la respuesta es lenta y no se toman medidas. Una de las razones para esto es que el mundo está dirigido por personas que creen que el coste de detener el calentamiento global es demasiado grande para el efecto que se lograría.
Nos guste o no, todos somos tripulantes en el mismo barco, en el que navegamos los mares y pescamos. En el fondo del barco se ha abierto un pequeño agujero, pero estamos demasiado ocupados con la pesca y no podemos perder el tiempo por un pequeño agujero.
No obstante, si no tomamos medidas, el agujero se hará definitivamente más grande. El problema se acelerará, una gran cantidad de agua del mar entrará y el barco se hundirá, mientras lo vemos pasar sin poder hacer nada. Todos saben cuál debería de ser la primera prioridad, pero nuestros líderes están deslumbrados por los bancos de peces delante de sus ojos y ni siquiera reconocen que se haya abierto un agujero o subestiman el problema e intentan desalentar el que se tomen medidas.
Nosotros, los seres humanos (Homo sapiens), aparecimos en esta tierra hace poco como una especie con un cerebro muy desarrollado, lo que nos distingue considerablemente de otros animales (o, al menos, eso se cree). Es cierto, el cerebro ha creado sociedades complejas, un flujo continuo de descubrimientos, invenciones y desarrollos y ahora intenta producir la inteligencia artificial.
Dentro de esa historia, los beneficios de descubrir y desarrollar el petróleo han sido inestimables y han resultado en cambios dramáticos para nuestra vida diaria. Al principio, el petróleo era una sustancia inactiva, que nunca se había introducido en nuestros ecosistemas. Pero los humanos volvimos la mirada a esta sustancia y, hace unos 120-140 años, empezamos a utilizarlo a gran escala y, desde entonces, hemos quemado continuamente petróleo.
Hoy, sin embargo, el semáforo ha encendido la luz “amarilla” para advertir sobre la continuidad de la existencia de la especie Homo sapiens debido a la quema masiva de combustibles procedentes de fósiles, como el petróleo.
Estos acontecimientos, que tienen lugar en el mundo real, es como ver una versión en vivo de la caja de Pandora de la mitología griega. Lo que se ha escapado de la caja de Pandora no es solo el dióxido de carbono. Hemos creado y soltado muchas cosas – hormonas medioambientales derivadas de sustancias químicas, ozono, residuos nucleares y los microplásticos que recientemente se han convertido en un foco de inquietud – y aún así ninguno de estos se ha recogido.
¿Podrán los cerebros del Homo sapiens superar estos problemas difíciles, como lo han hecho siempre antes? Desgraciadamente, mi predicción es pesimista.
Una de las razones es que la velocidad con la que aumenta la concentración de dióxido de carbono es demasiado rápida. En el pasado, la concentración de dióxido de carbono en la tierra ha aumentado y caído repetidamente dentro de un rango de 170-300 ppm en ciclos de unos 100 000 años, pero el nivel ha sobrepasado los 315 ppm en 1958 y en solo 57 años más, en 2015, superó los 400 ppm.
Durante este periodo, los investigadores dedicaron el tiempo a desarrollar y entender la situación actual y las relaciones de causa-efecto entre el incremento de la concentración del dióxido de carbono y el cambio climático.
Recientemente parece que por fin hemos alcanzado el punto donde podemos señalar el trágico futuro con el que se enfrentan los osos polares, las barreras de coral y las islas pequeñas que serán sumergidas al aumentar el volumen de los océanos. En tales circunstancias, ha habido muy buenas razones para que no hayamos tenido un sentido de crisis hasta ahora.
No es mi intención avivar una mentalidad de crisis, pero hay una brecha considerable entre el riesgo actual y nuestro sentido de crisis. Los impactos futuros del cambio climático no solo serán desastres directos; es probable que las antorchas se levanten por todas direcciones.
Por ejemplo, considere el problema de las pandemias. Los organismos vivos han evolucionado adaptándose al modificar su ADN en respuesta a los cambios medioambientales. Organismos como las bacterias se pueden adaptar al cambiar su ADN con rapidez en respuesta a los cambios medioambientales superveloces que se producen en estos momentos.
En el caso del ganado y los seres humanos, sin embargo, se tarda de unos pocos años a unas cuantas decenas de años para modificar el ADN (por ejemplo, toma tiempo para que nazcan los descendientes). El ganado y los seres humanos – debilitados por su incapacidad de mantenerse al día con el rápido cambio climático – se volverán susceptibles a los ataques de virus y bacterias más fuertes.
En consecuencia, es solo cuestión de tiempo hasta que las pandemias pasen de la gran pantalla al mundo real. En el futuro, los investigadores llevarán a cabo repetidamente estudios y experimentos a gran escala desde diversas perspectivas para determinar qué ocurrirá cuando la concentración de dióxido de carbono en la atmósfera supere los 1000 ppm y lo publicarán después de consolidar sus resultados y alcanzar un consenso.
No obstante, para ese tiempo, las concentraciones de dióxido de carbono que habrán supuesto en sus experimentos serán reales. Por esta razón, la velocidad con la que el cerebro humano puede resolver problemas no puede mantenerse al ritmo excesivamente alto de aumento de las concentraciones de dióxido de carbono.
Anteriormente se pensaba que no había una necesidad real de preocuparse por los impactos directos en el cuerpo humano, en el caso de que la concentración de dióxido de carbono fuese de 1000-3000 ppm, que todo el mundo ha experimentado en espacios cerrados en la vida diaria. No obstante, de acuerdo con una serie de estudios experimentales recientes de mucha confianza, si una persona está expuesta durante un periodo de tiempo largo a una concentración de 1000-3000 ppm, hay una disminución clara en las capacidades de alto nivel como el formular estrategias.
Si las condiciones continúan como están (y la probabilidad de que así sea es alta), la concentración de dióxido de carbono en la atmósfera superará probablemente los 1000 ppm dentro de solo 80 años. Si eso ocurriera, la humanidad se alejaría cada vez más de las soluciones y, al final, pasará a formar parte de la historia de los organismos terrestres como una especie que se extinguió debido a un “objetivo propio”, Es un giro de los acontecimientos irónico, pero no es absurdo el ver esto como una especie de ley de la naturaleza.
Hay otras razones para esta predicción pesimista. Aunque es un problema enorme, nuestro preciado cerebro concibió soluciones hace mucho. Por ahora basta con solo poner un tapón de caucho en el fondo del barco.
En otras palabras, basta con dejar de usar combustible fósil a corto plazo. Nuestro propósito principal para quemar el combustible fósil es obtener energía eléctrica y calorífica. La electricidad es un tipo de energía secundaria y se puede producir de la energía renovable que haya en cada región y el uso como energía térmica se puede cambiar a energía verde sin carbono.
Al mismo tiempo, se puede lograr una reducción considerable de emisiones de dióxido de carbono con simplemente aumentar la eficiencia del uso del calor a través de la utilización de la tecnología existente de la bomba de calor y planteamientos semejantes. Es sencillo, pero no podemos hacerlo. Lo podemos hacer, pero no lo hacemos.
La elección de no hacer nada es también un producto del cerebro humano. No podemos enfrentarnos con esta verdad incómoda. Estamos sujetos a unos deseos sin moderación y a la avaricia – atrapados en la atracción del beneficio inmediato.
Es una historia de locos, agarramos lingotes de oro y no los soltamos aunque nos arrastren al fondo del mar; pero esta también es la pura realidad de nuestro cerebro y deja claramente descubiertas sus limitaciones. De ninguna manera intento ser crítico, simplemente creo que deberíamos ser conscientes de estos límites.
Hay un final optimista para la historia de la caja de Pandora. Después de que se liberaran todos los males y problemas, quedaba en el fondo de la caja una tarjeta con la palabra “esperanza”. Debería de haber todavía una senda que lleve a la esperanza.
Para ayudar con eso, me gustaría introducir aquí el Proyecto de Biomasa Costera (BSP) que propongo. Como he explicado anteriormente, el propósito principal de quemar combustibles fósiles es obtener energía. Para decirlo francamente, los combustibles fósiles con una alta densidad de energía son como azúcar refinada y somos adictos. Lo que tenemos que hacer es cambiar de una sociedad que usa sin límites los combustibles fósiles (alta densidad de energía) a una sociedad que utiliza con eficiencia la energía renovable (baja densidad de energía).
El propósito de este proyecto es formular un modelo de sociedad que pueda llevar a cabo actividades industriales a la vez que reduce el dióxido de carbono. Esto podrá lograrse al establecer un complejo industrial de biomasa para sustituir el complejo industrial del petróleo y se hará en las regiones costeras desérticas que no se han utilizado anteriormente.
A continuación aparecen los objetivos para crear una sociedad renovable que no incrementa la concentración del dióxido de carbono en la atmósfera:
- A gran escala (una escala que implica el compromiso con los componentes de la atmósfera)
- Un equilibrio económico positivo (la sostenibilidad económica que actúe como una fuerza impulsora)
- Factible a corto plazo (dicen que hemos llegado ya al punto donde no se puede evitar la crisis y la situación no permite retrasos)
El complejo industrial estará compuesto por las unidades siguientes: un sistema de desalinización por diferencia de temperatura usando el calor solar, un sistema de producción de biomasa de microalgas a gran escala usando microalgas halófilas, una industria química derivada de las plantas que usa como punto de partida los productos de microalgas, la industria de la fermentación, la industria de la agricultura inteligente y la industria del agua inteligente.
Como ejemplo que indica la naturaleza del BSP en simples términos, el agua del mar profundo (DOW) que se concentra en grandes cantidades frente a las costas de Perú y Chile, se separará en agua de las profundidades concentrada y en agua fresca (usada, por ejemplo, para la agricultura) mediante la tecnología de desalinización por diferencia de temperatura (usando el calor solar y la baja temperatura del agua de las profundidades del océano).
Se crearán estanques en costas desérticas, llenos de concentrado de aguas del océano profundo (agua de mar que contiene fertilizante) y se usará para cultivar microalgas halófilas.
De las microalgas se extraerán una variedad de sustancias orgánicas y se creará un complejo industrial renovable al consolidar y vincular las industrias de arriba mediante sustancias orgánicas y materias primas.
El punto clave es que la energía requerida por el BSP será suministrada en su totalidad por energía renovable (el primer candidato: el calor del sol). El equilibrio del dióxido de carbono se mantendrá y se logrará una fuerte competitividad en cada industria al utilizar la energía renovable y la materia prima de bajo coste.
Los estanques a gran escala de microalgas en los desiertos absorberán probablemente el dióxido de carbono como sustituto de los bosques tropicales menguantes. Mi esperanza ferviente es que el BSP se lleve a cabo pronto y se convierta en un modelo para una sociedad que deja atrás el combustible fósil. [IDN-InDepthNews – 2 de enero de 2018]